Desireé Yépez
La violencia contra las mujeres ha estado normalizada y legitimada desde los espacios políticos, sociales, económicos, legales. Ahora que nos permitimos cuestionar este fenómeno vemos algo extraño: la violencia es más brutal contra nosotras”.
Periodista para la Revista Vanguardia, La Barra Espaciadora, Diario El Comercio y Revista Plan V. Fue directora de medios digitales de Medios Públicos del Ecuador. Trabaja el periodismo desde una perspectiva de género, repensar la inequidad en el acceso a las estructuras laborales y deconstruir los roles históricamente implantados.
En los medios de comunicación la violencia contra las mujeres se presenta de diferentes formas: la dificultad para hallarnos en cargos directivos, de liderazgo y toma de decisiones; existimos, pero somos pocas a quienes nos delegan la dirección de un medio de comunicación. Hay prejuicios o estereotipos en torno a nuestras capacidades como periodistas. Es común que cuando una mujer inicia su carrera periodística se la ubique en “áreas que supuestamente requieren menos riesgo, menos profundidad”. Es así que se llenan las plazas de las secciones de cultura, tendencias, moda, familia; es decir, secciones de corte ‘light,’ lo cual provoca que se nos aísle de las noticias duras, de investigación, de trabajo que requiera profundidad.
La violencia también se evidencia en el momento de la contratación: estado civil y maternidad son dos interrogantes. Cuando se entra a un medio de comunicación convencional es complicado combinar tiempo, carga de trabajo y familia. Si una mujer está casada y tiene hij*s, será más difícil que tenga espacio. Otra expresión de violencia son los espacios de opinión: las mujeres no estamos en las páginas de opinión. De acuerdo con un informe (2018) publicado por Fundamedios, en los medios tradicionales las mujeres firmamos el 12,8 % de los artículos de opinión. En aquellas páginas los hombres determinan la opinión pública.
He luchado contra la violencia desde mi trabajo como reportera. He incluido en la agenda temas que en su momento han estado descuidados, como las causas LGBTI, género, minorías, derechos humanos. Mi “lucha” también se ha dado desde la posibilidad de aceptar y asumir cargos de liderazgo y dirección, lo que implica retos, procesos de aprendizaje que no concluyen y, sobre todo, asumirme muchas veces como la única mujer dentro de un comité editorial. Otra realidad es que las mujeres negras no estamos en los medios de comunicación, somos muy pocas y ni se diga en cargos directivos.
He manifestado mi desacuerdo también desde mi discurso, trabajando en la presencia de las mujeres en los medios de comunicación. He participado a escala nacional e internacional en foros y paneles hablando de nuestro rol en la cobertura de las noticias. Hay que evidenciar e insistir en la necesidad de que existamos más mujeres al frente de medios de comunicación.
La violencia contra las mujeres ha estado normalizada y legitimada desde los espacios políticos, sociales, económicos, legales. Ahora que nos permitimos cuestionar, vemos, paralelamente, un fenómeno muy extraño: la violencia es más brutal contra nosotras. Es un reflejo de lo que es la sociedad, es el atropello e irrespeto del otro. Es el desprecio de la vida del otro, de todo aquel que históricamente no ha tenido poder. Por ello para mí la educación es clave y determinante a fin de cambiar un sistema. Es muy difícil que una sociedad avance y se desarrolle si no les decimos y demostramos a l*s niñ*s que tod*s somos iguales. Los periodistas y los medios de comunicación tenemos la obligación de informar a la sociedad. Y, sinceramente, siento que aún estamos en deuda con los grupos vulnerables.